jueves, 7 de julio de 2016

A propósito del Cardenal López Rodríguez


Al Cardenal Nicolás de Jesús López Rodríguez hay que agradecerle que no estemos peor como sociedad y país ya que nunca le ha temblado el pulso para defender nuestra cultura y valores. Gracias a su lucha muchas armas en contra de la familia y de la vida no han prosperado en nuestra nación.

La verdad es que quien llama a las cosas por su nombre no encaja en este mundo en donde lo malo es considerado bueno y lo bueno malo. Para ir en contra de la corriente hay que tener mucho temple y firmeza, estar bien formado y poseer valores y principios claros, así como criterio propio. Por eso no cualquiera es capaz de defender lo que cree, de alzar su voz ante los grandes, de dar a respetar quien dice ser y sus ideales. Son muchas las personas que optan por guardar silencio ante conversaciones y situaciones que mancillan sus creencias por no tener el coraje suficiente para hablar con propiedad, sin miedo a ser objeto de rechazo por tener una posición poco popular.

Los verdugos del Cardenal parecen olvidar que todo ser humano tiene luces y sombras y que nadie es mejor que nadie, mucho menos aquellos que critican sin caridad desde el balcón de la apreciación y de lo que se dice pues, al fin y al cabo, la mayoría de esas opiniones se han formado a base de rumores y percepciones.

Lo más triste e irónico de todo es que muchos de sus detractores profesan la fe católica (sería interesante poder determinar cuántos de ellos se han dado a la tarea de investigar toda la obra pastoral del Cardenal, esa que no ocupa titulares ni se riega como pólvora porque no interesa, no causa morbo...).

Es entendible que una persona no sea de nuestro agrado, lo que no se puede comprender ni tolerar es que nos sintamos con derecho a referirnos a ella de la forma tan despiadada e irreverente como tantos lo han hecho en contra del Cardenal.

¿A dónde está la tolerancia, la caridad y el amor que tanto se pregona? ¿O es que éstas se practican únicamente de acuerdo a la preferencia sexual de la persona o si es "santa de nuestra devoción"? ¿Han sido de nuestro disfrute los tiempos de injuria que hemos vivido a causa de las calumnias que sobre nosotros han inventado? ¿Nos ha gustado que nos traten mal? ¿Ha sido placentero sufrir en silencio el daño que otros nos han provocado?

Qué ligero es el ser humano a la hora de juzgar a su semejante y mofarse de él... llegará el día y la hora de ser medidos con la misma vara que usamos para medir a nuestro prójimo...