Estamos en una semana crucial para el destino de nuestra nación; nos hemos acercado a la recta final de las elecciones. Dentro de unos días tendremos un encuentro en las urnas con nuestra conciencia, nuestro país y nuestra responsabilidad frente a las futuras generaciones, a las cuales tenemos que trillarles los caminos hacia un futuro mejor para todos.
Independientemente de nuestras preferencias políticas, realidades e ideologías, nos une un país que necesita de cada uno de nosotros para convertirse en el mejor país posible para todos. De igual forma, nos unen las deudas morales, de principios y de sangre que hemos contraído a lo largo de la historia con todos aquellos verdaderos héroes dominicanos, hombres y mujeres valientes, con decisión y amor por la patria que antepusieron el bien común al personal.
Por cada uno de sus sacrificios y luchas estamos obligados a proteger y conservar el legado de sus pensamientos y acciones a favor del pueblo dominicano en general y por ende, debemos rechazar categóricamente todo aquello que represente beneficios únicamente para ciertos grupos y sectores particulares de nuestra sociedad. Debemos y podemos rescatar los principios y valores usados como base para la fundación de nuestra patria. Sin embargo, no es tarde; estamos a tiempo de cambiar el curso de nuestro hermoso y gran país, de ser mejores ciudadanos, de aportar a nuestro pueblo colaborando con su educación y organización, de rechazar toda forma de corrupción pública y privada y de elegir con conciencia a nuestros gobernantes.
Rompamos con la norma del “sálvese quien pueda”, la cual, lamentablemente, de un largo tiempo a la fecha, ha imperado en nuestra sociedad. Ya está bueno de pensar que basta con que nosotros y los nuestros estén bien, de ver con ojos de indiferencia los grandes males que nos azotan como sociedad y lo que le ocurre a nuestro prójimo de manera particular (sensibilidad selectiva). Saquémonos de la mente que “no podemos hacer nada” porque eso no es verdad. Podemos hacer y mucho; para citar un ejemplo bien básico pero medular, dejar de ser egoístas y brindar a nuestro país lo mejor de nosotros mismos.
Nuestra media isla no merece que sigamos alimentando el espíritu individualista que nos corroe como sociedad, que nos abandonemos a la desesperanza política ni mucho menos que nos creamos el cuento de que vivimos en una democracia real. Ser ciudadanos mediocres le hace más daño a nuestra nación que el mal uso del poder público para el beneficio personal.
No es verdad que todos los políticos son malos; el problema está en que a los buenos no se les da la oportunidad de gobernarnos. Preferimos votar por el “menos malo”, por el “malo conocido” o por el cual nos garantiza beneficios personales o a nuestros círculos más cercanos, así se hunda la isla. Tampoco creo que sea verdad que los pueblos tienen los gobernantes que se merecen, pienso más bien que los pueblos tienen los gobernantes que su grado de educación y empoderamiento les permiten tener.
Es por eso que los gobiernos conformados por personas corruptas, mentirosas, deshonestas e inescrupulosas fomentan y promueven nuestra división como pueblo de cara a un letargo cívico caracterizado por la falta de conocimiento y educación. Un pueblo que no tiene educación ni memoria se va a dejar manipular fácilmente de los gobiernos populistas que en base a discursos incoherentes, totalmente faltos de argumentos, lógica y razón logran ganar adeptos y defensores a muerte que le ayudan a mantenerse en el poder.
Y es en ese mismo sentido que he llegado a la conclusión de que el problema no son los políticos, sino nosotros el pueblo que los convertimos en nuestros gobernantes. Da pena y vergüenza ver personas justificando las malas acciones de funcionarios públicos porque “sucede en todas las administraciones”, como si lo incorrecto ha de ser aceptado como bueno y válido porque es la práctica común. No señor, lo que está mal está mal así lo haga la mayoría y por el sólo hecho de que no esté bien ha de ser denunciado y condenado. Los niveles de ignorancia en nuestra población son altamente preocupantes y directamente proporcionales a las excusas que utilizan para justificar las medidas populistas de gobiernos como el nuestro.
No obstante todo lo anterior, en ustedes y en mi está el poder y la voluntad de cambiar no sólo el curso de nuestra nación sino también la forma en la que nuestros políticos nos deben tratar. A ellos les hemos exigido que nos traten con respeto y no lo han hecho. Entonces, si durante todos estos años no hemos podido inspirarles respeto al menos inspirémosles miedo. Si, miedo; los políticos tienen que temernos a nosotros el pueblo, principalmente a los jóvenes pues en nuestras manos se encuentra el destino de nuestra nación.
Nada les provocará más miedo que advertir que pertenecemos a una generación pensante, con sensibilidad social, capaz, objetiva, que cuestiona y vigila, que no está dispuesta a votar por intereses particulares ni por el “menos malo”. Nuestros políticos deben entender que nosotros somos la oposición y que no les vamos a permitir ni mucho menos tolerar la centralización de los poderes del Estado, la malversación de fondos públicos, la burla, el despilfarro, el nepotismo, la censura ni la impunidad de los funcionarios corruptos. Ellos tienen que comprender de una vez por todas que son nuestros empleados y que como tales nos deben rendir cuentas y ejercer sus funciones de manera honesta, integra, justa y con temor de perder sus puestos.
Todo, absolutamente todo lo que nuestros gobernantes han hecho de forma incorrecta ha sido porque nosotros se los hemos permitido, siendo esto un claro indicativo de que si nos unimos para defender con honor y dignidad nuestro derecho de tener políticos honestos, íntegros y capaces lograremos tenerlos pues los que aspiren sabrán que no tendrán oportunidad de gobernarnos si no cumplen con los requisitos que demanda el pueblo. Sé que llegar a ese estado no se logra de la noche a la mañana pues amerita, sobre todas las cosas, un cambio de mentalidad individual y colectiva. Sin embargo, todo en la vida tiene un comienzo y al que aspiro y entiendo que ustedes también aspiran puede empezar este próximo 15 de mayo.
No les pido que voten por ningún candidato en particular, sólo les requiero que lo hagan con responsabilidad y conciencia. Sin intentar influir en su decisión, les ruego encarecidamente que reflexionen sobre si vale la pena votar por quien prometió en su primer mandato destituir a cualquier funcionario público de su puesto por el sólo rumor público a causa de corrupción y nunca lo hizo. Si vale la pena votar por quien una vez dijo que fue vencido por el Estado y que en el presente ha usado para su beneficio dinero del erario público, permitiéndose así gastar millones y millones de pesos diarios en publicidad y comprar, además, medios de comunicación y periodistas que no son más que bocinas del gobierno. Analicen el comportamiento de los políticos durante su gestión, profundicen en sus incoherencias y luego créanse una opinión basada en los hechos, no en sus necesidades ni aspiraciones personales.
Empecemos a exigir líderes políticos que respeten nuestra Constitución, que no perpetúen el dicho aquel que refiere que es sólo un pedazo de papel, que no consideren nuestra Carta Magna como un traje a su disposición para alterarlo a su medida a fin de lograr sus intereses personales. No más despilfarro y robo de dinero del Estado. Hemos soportado y permitido demasiado. El tiempo del cambio es ahora y se manifestará con nuestros votos. Si nuestra justicia es servil, seamos nosotros los jueces y por castigo no les demos nuestros votos a quienes en cuatro años nunca tomaron en cuenta nuestra opinión y preocupaciones. Es el tiempo de empoderarnos, de asumir nuestra cuota de responsabilidad y dejar de criticar cuando siempre hemos sido parte del problema. Por eso he querido apelar a su conciencia, a su sentido común y sensibilidad colectiva.
Por favor, no empeñen su conciencia ni le falten a su integridad; no voten por el “malo conocido” ni por el “menos malo”; ejerzan su derecho al voto con la máxima responsabilidad. No acepten presión de nadie, el voto es secreto y no pueden ser obligados a elegir a quienes no quieran, aún sean ustedes empleados públicos. Quienes venden su voto, quedan automáticamente descalificados.
Hablemos el próximo 15 de mayo o callemos por los próximos cuatro años.