viernes, 18 de marzo de 2016

Sesenta segundos




Tengo tanto que contarte... ya nada es lo mismo; hasta yo he cambiado. Te hubiese encantado conocer quien soy hoy en día; soy feliz, como siempre quisiste y como siempre me hiciste prometerte. Y eso gracias a ti por animarme en cada conversación que sostuvimos a buscar la felicidad como la conquista mayor a la cual todo ser humano debe aspirar y por la cual debe luchar, así signifique esto dejar atrás personas, situaciones, trabajos y cosas.

He puesto en práctica todos tus otros consejos: hago lo que me gusta, lo que me emociona y me apasiona, poco a poco he ido cumpliendo mis sueños, siempre tengo algo nuevo que hacer, no compito con nadie, digo no cuando quiero decir no y sin remordimientos, nada me ata, tomo riesgos, bailo como si nadie me estuviese viendo, disfruto de la vida y de las pequeñas cosas, sonrío mucho durante el día y no me preocupa la opinión de los demás.

Te confieso que alguna vez pensé que todo volvería a su normalidad, sin embargo, no ha sido así. Tu ausencia movió mi mundo y muchas cosas no lograron volver a su lugar. Continúan las vueltas al sol, seguro, pero sin ti esto no es lo mismo. La vida sigue, seguro, pero ¿y yo qué?

Muchas cosas cobraron sentido, otras lo perdieron... y para siempre. Esto que diré no se trata de metáforas ni de poesía: no respiro igual sin ti. Te juro que en escasas -pero dolorosas ocasiones- me lleno de ansiedad mientras duermo y al despertar abruptamente por el sentimiento de ahogamiento descubro que dormida lloraba por ti. Esas noches, te comento, son horribles. El llanto, el desconsuelo, el dolor, la desesperación y la culpa aparecen ¿y sabes qué? Como el primer día...

El tiempo... el tiempo... no se detiene... no espera... no entra en razón... ¡Y así lo valoramos tan poco!

Jamás he vuelto a desear que el tiempo pase de prisa; ni aquello que tanto anhelo con todo el corazón ha logrado provocar impaciencia en mí...

No aproveché el tiempo junto a ti... cómo me duele... esa es una deuda que saldaré con el último soplo de mi corazón. Por eso cada segundo vale, cada segundo cuenta, cada segundo es importante... ¿Quién sabe a dónde comprar tiempo? Cuanto desearía que fuera posible...

Sesenta segundos junto a ti... Es lo único que quiero. Un abrazo de sesenta segundos y nada más... me parece justo después de siete años sin ti, papi. 

2 comentarios:

  1. Mayre, mi china cubana! me hiciste llorar como una niña. Cada palabra toco mi ser. yo también extraño a tio Alberto (mucho) Abrazos para ti💛

    ResponderEliminar
  2. Muchas gracias, Lasmy; recibe un gran abrazo de mi parte. :)

    ResponderEliminar

Deja un comentario.